LA ALEGRÍA POR S.S. LEÓN XIV, EL PAPA AGUSTINO

LA ALEGRÍA POR S.S. LEÓN XIV, EL PAPA AGUSTINO

Una inefable, desbordante alegría la que vivimos al recibir la noticia de que el cardenal Robert F. Prevost, de la Orden de San Agustín, había sido elegido Papa. Emoción nuestra y universal cuando de la chimenea vaticana surgió el humo blanco. Teníamos un nuevo Pontífice. “Habemus Papam”. Hubo que esperar un tiempo hasta que se anunciara el nombre de este. Expectación, júbilo, lágrimas corriendo o contenidas en la explanada de la Basílica de San Pedro, entre los miles de fieles, de peregrinos, de gente que no quería dejar pasar de lado este momento histórico. Lo mismo en muchas partes del mundo.  Llega el momento en que el cardenal Dominique Mamberti comunica al mundo quién era el nuevo Papa, el que tomaba el significativo nombre de León XIV, con las reminiscencias del Papa León XIII, aquel pontífice de la encíclica Rerum Novarum y de la Doctrina Social de la Iglesia.

El Papa que había nacido en Estados Unidos, en Chicago, estudiado en la secundaria en el Seminario Menor de los PP. Agustinos en esa ciudad, ordenado sacerdote en 1982 en Roma, donde estudió Derecho Canónico,  pero que en misión había vivido muchos años en el Perú, Piura, Chulucanas, Trujillo y Chiclayo (nombrado obispo de esta última diócesis por el Papa Francisco en 2015), llevando la presencia agustiniana al Perú profundo, inculturándose, viviendo la realidad con ellos, entre ellos, para ellos: ese había sido parte del camino hasta que el Papa Francisco lo creó cardenal (2023), lo llamó a Roma y le dio cargos de enorme responsabilidad; seguía el camino que culmina –y comienza al mismo tiempo– como el sucesor de Pedro, quien guiará a la Iglesia el tiempo que solo Dios conoce. Al leer su historia, sabemos de su amor por el estudio, siguiendo la senda de San Agustín, por las Matemáticas, por el deporte; conocemos testimonios de mucha gente que hablan de su sencillez, carisma, compromiso apostólico, defensor de los más débiles, valiente ante el poder cuando este se aparta de la justicia y del bien, cercano, una fusión entre firmeza evangélica y dulzura. Que Dios le dé larga vida en que pueda ahondar esta forma de ser, de vivir el Evangelio en nuestro vertiginoso y herido mundo.

“Habemus Papam”, y S.S. León XIV dice “de profundis”: “Soy un hijo de San Agustín”, qué vastedad y belleza en esas palabras, qué hondor en esa experiencia, qué hermosura declarar a “los cuatro vientos” (o más) que se ha vivido cristianamente, en la Iglesia, bajo la Regla de aquel santo, Doctor de la Iglesia, que ha marcado la historia, y que inspira a los agustinos en todos los continentes: a los consagrados, laicos, comunidades cristianas, universidades, colegios donde se han formado miles y miles de personas, con el sello de la Pedagogía Agustiniana.

El Papa León XIV es también un gran regalo para nuestro colegio cuando este cumple 140 años desde su fundación en 1885. El Papa, cuando era Prior General de la Orden de San Agustín, visitó nuestro establecimiento, en el año 2003, y se lo recuerda como una presencia sencilla, cercana, bondadosa, con el carisma del hombre culto y sin ostentación, autoridad y serenidad. Y cuando fue anunciado su nombre en la Basílica de San Pedro como el nuevo Pontífice, también aquí, tañeron “las viejas campanas de la escuela” que aún se conservan en algunas partes (muy útiles si llegara a fallar el timbre que anuncia los recreos y las horas de clases). Hubo mucha emoción y júbilo. Todo el colegio se reunió al día siguiente para celebrar y orar por el maravilloso hecho, y el orgullo nuestro por el Papa agustino. Una bendición, una inspiración, una alegría que no cesa… o siempre renaciendo.

 

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