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Premiación de relatos ganadores en Concurso de Microcuentos Científicos

El día lunes 31 de mayo se realizó la premiación del Primer Concurso de Microcuentos Científicos, organizado por las comunidades de Lenguaje y Ciencias, en un trabajo conjunto.

Participaron estudiantes desde 5° Básico a 4° Medio, con una temática basada en el cambio climático.

Los microcuentos evidencian la preocupación de los niños y jóvenes ante el cambio climático y el cuidado que debemos tener hacia la Naturaleza, para luchar contra lo que daña al planeta y, en definitiva, a la especie humana y a todos los seres vivos de la Tierra, nuestra casa común. Una buena forma de conjugar el cultivo de las letras y la conciencia ecológica.

La premiación recayó en los siguientes estudiantes, reconociendo el valor de todos los microcuentos de los participantes –felicitaciones a todos ellos– en cada uno de los niveles convocados:

5to C: Pedro Tapia, Plantaneitors.

6to A: Magdalena Flores, El último pingüino.

7mo A: Joaquín Bello. El día en que todo cambió.

8vo C: Josefa Navarro: Mi cancha de hockey.

1ro B: Leonor Prades, Hace mucho tiempo.

2do B: Antonia Minder, Mi ciudad.

3ro A: Catalina Callejas, Nada más que un recuerdo.

4to B: Jorge Pérez, Sequía.

Se comparten con la comunidad algunos de los textos de los trabajos premiados y algunas fotografías.

The Plantaneitors
por Pedro Tapia, 5° Básico

Toc, toc, toc, alguien toca la puerta, es mi amigo Roberto, tiene 10 años, es alto, flaco y simpático. Me dice -Hola, ¿estás ahí Trevor? –a lo cual le dije– si… – Yo soy un niño amable que ayuda a las personas, pero me aburro muy rápido. Tengo 11 años – oye, ¿vamos a jugar? – A propósito, estamos en el año 5277 y no queda ninguna planta. De repente jugando encontramos una casa abandonada que tenía un letrero que indicaba “casa sagrada del año 4530” -Uf es muy tarde ya nos tenemos que ir – dije – No, te reto a entrar a la casa – dijo Roberto – Ni loco, entremos los dos – le respondí. Entramos con mucho miedo y encontramos un montón de plantas – ¿qué es este lugar? – dije – no sé, pero es espeluznante – estábamos temblando cuando de repente miramos atrás y vimos plantas caminar hacia nosotros, estaban enojadísimas, una de ellas murmuró – ¿Humanos eh? Los mismos que hicieron que el 99% de nuestra población muriera. Tenían un aspecto de abandonadas, una de ellas dijo – ¡queremos venganza! – eeeeh jejeje – tomé de la mano a Roberto quien estaba paralizado y nos largamos de ahí. Le di una palmada y le dije – ¡reacciona! Mejor nos vemos mañana en la mañana ¿ok? – y nos fuimos a nuestros respectivos hogares a dormir. Al día siguiente fuimos a la casa, pero nos llevamos una gran sorpresa, la casa ya no estaba… ¿qué habrá pasado? Bueno, nunca lo sabremos… ¿O sí?… ¿FIN?

El último adiós
por Magdalena Flores, 6° Básico
Hola, me llamó Matías y soy el último pingüino emperador, estoy algo decepcionado porque el calentamiento global acabó con el hielo marino en la Antártica, que es el lugar donde vivíamos con mi familia. Nos quedamos sin nuestro hogar, los adultos no tenían lugar para poner huevos y la comida se hizo más complicada encontrarla, lo que nos llevó a la extinción. El día que muera ya no quedarán más pingüinos como yo. Y este es mi último adiós.

Mi cancha de hockey
por Josefa Navarro, 8° Básico

Todos los días, al regresar del colegio, iba a jugar con mis amigos a la cancha de hockey municipal. Siempre hacíamos equipos y nos divertíamos mucho.
—¡Paquo se la pasa a Tico, se la pasa a Pin, Pin corre y…! ¡¡Gooooooooooooool!!
—Y el marcador queda 2-1 amigos, con esto se termina el partido de hoy.
Esos eran los partidos que a mí me gustaban, llenos de emoción, y justo cuando creíamos que todo estaba perdido… ¡llego yo y salvo el campeonato!
Así eran todos los días, levantarse para ir a la escuela de pingüinos y focas, estudiar, y después ir a la cancha a competir entre nosotros.
—¿Cómo te fue en tu campeonato, Pin?
—¡Muy bien, mamá! Ganamos 2-1 contra los ‘Agua Azul’.
—¡Que bien! Pero no sé si van a poder seguir jugando en la cancha, porque se viene el verano.
—Yo creo que sí, tenemos una buena capa de ozono aquí en la Antártida para que algo se derrita.
¡Pero si era verdad! ¿Cómo algo se podría derretir con una enorme capa que nos protege? Yo no tenía idea de nada…

Cuando llegó el verano, camino a la cancha:
—¡Chicos!
—¿Qué pasa?
—¿Quién puso una piscina en nuestra cancha?
—¿¿Piscina??
—¡Tiene razón, está todo cubierto de agua! ¡¿Cómo?!
—Chicos, no es una piscina… Es… nuestra cancha…
No entendía cómo nuestra cancha de hielo había pasado a ser una piscina. El invierno no arreglaría esto, y, al parecer, ese fue nuestro último partido en hielo…

Hace mucho tiempo
por Leonor Prades, 1° Medio

Hace mucho tiempo el sistema solar era una comunidad, habían nueve pilares en esta, y cada uno significaba un valor, Neptuno el esfuerzo, Urano la libertad, Saturno el compromiso, Júpiter la grandeza, Marte empatía, Tierra la pureza, Venus la felicidad y Mercurio la confianza, además había estrellas que los rodeaban y aprendían de cada uno de ellos.
Así fue por muchos años, hasta que la Tierra comenzó a sentir cambios. Este planeta de a poco comenzó a perder su pureza, al principio no fue un problema, pero ahora esto la está acechando cada vez más rápido, hasta que ya dejó de tener la pureza por la que era reconocida.
Todas las estrellas y planetas están preocupados, algunos intentan ayudarla, pero ya es casi imposible.
No sabemos por qué está sucediendo esto, pero sea lo sea está llevando a la Tierra al límite.
Hemos intentado dar un mensaje de alerta a quienes están causando este desastre, como superlunas, eclipses y varios otros, pero nada está resultando.
Yo vivo en Júpiter, y la tierra es de mis lugares favoritos para visitar, tanto que ya me reconocen, he escuchado que me llaman OVNI. Espero que algún día esto se arregle y pueda visitar el que fue un precioso lugar, pero que ahora está colmado suciedad que le impide tener la belleza y el resplandor que hace muchos años tuvo.
Ojalá pudiese escribir el desenlace, pero no puedo, sin embargo tú si puedes, así que ahora tu escribe el final de esta historia.

MI ciudad
Por Antonia Minder, 2° Medio
(Este mirocuento está relacionado con una imagen, parte importante del relato…)

Nada más que un recuerdo
por Catalina Callejas, 3° Medio

Estaba acostada una mujer, la mujer con más edad de la nave, su memoria era tapada por una densa neblina a causa de su enfermedad. De repente, un sonido, más bien un silbido, la transportó hacia un recuerdo.
Era una tarde de marco tibio, la niña descansaba sobre una hamaca que se reposaba gentilmente en un gran árbol, ella no lo sabía, pero ese árbol de más de cien años sería una de las ramas para un sentimiento que décadas después, anhelaría con una angustia intratable. Se balanceaba, escuchaba el decoroso silbido de su padre, cerraba los ojos solo para repetir incontables veces la euforia del vértigo al mirar hacia abajo, pero lo mejor, era observar hacia arriba, un cielo celeste, que, entre algodones, se difuminaba a la par de un naranjo enérgico y vigoroso, a esta pintura, la abrigaban trazos delicados que se desprendían de este eficaz macizo. Tiempo después lo entendería, la real euforia era el solo abrir los ojos y darse cuenta de que estaba dentro de una fantasía tan real y palpable, que parecía salida de un cuento de hadas.
El recuerdo se esfumó, como si nunca hubiera existido, quizás era mejor así, a fin de cuentas, había pasado mucho tiempo. Ahora, era solo una anciana en una nave que flotaba en el espacio, ya era muy tarde para salvar todo lo que hacía a su recuerdo real, los humanos ya lo habían perdido todo.

Sequía
por Jorge Pérez
Jean Pierre bajó rápidamente las escaleras de la torre 76 del ghetto vertical en La Granja. Iba aferrado a su bicicleta, aquella calurosa y seca noche, tenía que salir a hacer repartos. Mientras se ponía el casco y la mascarilla recordó aquel día en que su madre lo llevó a ver la lluvia a Concepción. Habían hecho un largo viaje en bus, se bajaron en el terminal, que está al frente de donde solía estar el estadio Ester Roa, y caminaron un buen tramo hasta llegar a su lugar de alojamiento. Llegaron a las 1 de la tarde y hacía un día soleado, nada habría permitido predecir que aquella tarde llovería lo equivalente a un año en esa zona. La lluvia no paró hasta dos días después. Nunca más la volvió a ver. Tampoco tenía registro de la última lluvia, solo podía suponer que fue mucho antes de que naciera. De su abuelo escuchaba historias de como antes solían ducharse a diario, y podían lavarse los dientes más de una vez al día. Ahora apenas alcanza para un par de duchas a la semana, y Jean tiene la suerte de vivir en los diez pisos inferiores de la torre, arriba de eso solo llega un fino hilillo de agua por las mañanas. Se corre el rumor de que en el sector nororiente el agua corre como si nada, incluso mantienen las antiguas piscinas. Algún día quizás tenga la suerte de cruzar el muro y verlo con sus ojos.

El día en que todo cambió, por Benjamín Bello, 7mo básico

Subía y subía la temperatura, se derritieron los polos, nunca pensamos que llegaríamos a este punto, el mar cada día subía más, las inundaciones, terremotos y tornados azotaban al mundo entero, pero de repente poco a poco fue bajando y bajando bruscamente nadie sabía que pasaba y hubo un día el cual ocurrió algo inexplicable todo se había hecho hielo y hacía demasiado frío, pues el calentamiento global hizo que se acelerara el proceso a la llegada de la gran era de hielo.

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